L12 | Objetivo “bajar de peso”

El ayuno se ha convertido en una pieza clave para perder peso al ser capaz de conseguir que el organismo comience a quemar nuestros depósitos de grasa. Aprende a utilizar esta potente herramienta.

Para poder resolver el problema del sobrepeso necesitamos entender cómo funciona nuestro cuerpo. Las dietas basadas en el recuento de calorías han demostrado tasas de fracaso tan elevadas como el 99.5 %.

La clave está en el uso de la energía almacenada en forma de grasa, el ayuno y los niveles bajos de insulina.

Las personas que siguen dietas basadas en el recuento de calorías consiguen perder peso en un primer momento, pero -para su gran frustración- alcanzan un punto de estancamiento y una posterior recuperación del peso perdido, incluso por encima del peso inicial

El problema radica en la estrategia elegida.

«Comer menos y gastar más» calorías, a base de dietas hipocalóricas y un incremento en la actividad física, parece lógico pero no funciona.

Las dietas basadas en el recuento calórico, es decir, aquéllas que tienen por objetivo ingresar en el organismo menos calorías de las que se van a gastar para así conseguir una pérdida de peso, no están dando buenos resultados.

Diversos estudios han reportado una tasa de fracaso de las dietas hipocalóricas de un 98 % y hasta un 99,5 %. Es decir, que tan solo 2 personas de cada 100 o 1 de cada 200 consiguen una pérdida de peso mantenida en el tiempo siguiendo este tipo de estrategia nutricional.

El modelo bicompartimental

Las dietas hipocalóricas se apoyan en un supuesto falso: que nuestro cuerpo trata todas las calorías por igual.

Según esta teoría, una vez que ingerimos alimentos, los reducimos a calorías, que almacenamos en una única forma de reserva energética que emplearemos posteriormente según las necesidades a corto, medio y largo plazo.

Pero nuestro organismo no funciona así.

Según el modelo bicompartimental, almacenamos la energía en dos compartimentos de reserva: el glucógeno y la grasa.

  • El glucógeno está constituido por unidades de glucosa (azúcar), se almacena en los músculos y el hígado y es un depósito de reserva de fácil acceso y para emplear en el corto plazo, pero es limitado. Una vez que se llena, necesitamos otro depósito de energía: la grasa.
  • La grasa corporal almacena energía sin límite y la podemos emplear a largo plazo, pero es de difícil acceso.

Estos dos compartimentos son distintos, no se usan a la vez ni de la misma manera.

Primero recurrimos a las reservas energéticas almacenadas en el glucógeno y posteriormente, a las de la grasa.

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